La obsesión por el tiempo es recurrente en la historia, y todas las civilizaciones, desde las más remotas, enseñaron la necesidad de acotarlo.
Un dicho obsoleto asegura: “El que ignora la hora del día es como quien camina en la oscuridad”.
Tanto es de esta forma, que raramente, los japoneses celebran desde el año 670, la fiesta del tiempo para conmemorar la invención del reloj bajo el reinado del emperador Ten-Ji.
El reloj de agua o clepsidra, el reloj de sol o heliocronos, el reloj de arena, y también el reloj de aceite son relojes que se dieron a conocer próximamente en la Historia.
El reloj de ruedecillas, que es lo verdaderamente parecido a nuestro criterio de hoy de reloj, lo creó el Papa Silvestre II en 947, cuando era monje en un monasterio francés. Era el primer reloj mecánico.
Y aunque comentamos que era semejante al criterio y definición de reloj que poseemos hoy en dia, este proyecto mencionado era un artilugio muy pesado y nada fiable: atrasaba o adelantaba unos cuantos horas al día, y por supuesto nada poseía que ver con un reloj de pulsera.
Los orígenes del reloj de cuerda automática nos llevan al siglo XVIII, pero tenía que ver con relojes destacables que se dañaban con simplicidad y eran difíciles de recomponer, pesados y caros. Eran relojes de faltriquera (bolsa chiquita de tela) que se llevaban en el bolsillo.
Primeros relojes personales
Se ve que el primer reloj de uso personal estuvo designado a la muñeca de una dama, y lo construyó en París el relojero de Luis XV, Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais en el año 1755. Su destinataria era una señora muy de moda: madame de Pompadour.
A este reloj se le daba cuerda con una ruedita montada en el centro de la esfera. Cuando Beaumarchais, pseudónimo de Pierre A. Caron, llevó a cabo su obra, hacía veinte años que el relojero y astrónomo inglés G. Graham logró algo semejante.
Graham había fabricado su popular cronómetro: nada menos que un reloj de pared portátil que daba las horas a campanazos, que fallaba tanto que la multitud decía que sólo dos ocasiones al día acertaba la hora.
A raíz del hallazgo del inglés Graham, los franceses decían elegir el reloj de los beduinos, es decir: el gallo que despertaba a los camelleros al alba y que en el final del camino se comían en pepitoria.
En 1875, se dieron a conocer en España los primeros relojes remontoirs o relojes a los que se daba cuerda por la corona, y no como los anteriores, a los que se les daba por medio de llave.
Pero era un reloj de bolsillo para hombres y mujeres, y nadie hubiera planeado ponérselo en la muñeca, más allá de que el francés A. L. Perrelet, ya había jugado con esa iniciativa en 1775.
Primer reloj de pulsera de la historia
Todo el planeta entendía, que el reloj de pulsera poseía que ser reducido y exacto.
Cosa que no fue practicamente viable hasta el proyecto del “pelo” por el científico inglés Robert Hooke (1635-1703), que en la época del XVII, había constituido un reloj con muelle regulador.
Y sucede que, más allá de que este de Inglaterra tuvo la intención de hacer una sociedad para su explotación el emprendimiento se vino abajo por temor a que sus socios les encantaría conseguir el poder del proyecto.
Poco luego, hacia 1670, Christiaan Huygens dió a conocer un modelo de reloj con muelle espiral: “el pelo”, ¿acaso plagio del proyecto de Hooke?
Más allá de que se eliminaba el péndulo, el reloj no acababa de hallar su instante.
A principios del XX, eran aún de bolsillo, aunque en las primeras décadas de este siglo el reloj de pulsera está ya en los listados de los enormes almacenes.
Los primeros relojes de pulsera fueron conformados por Louis Cartier (1875-1942) en 1904, para el aviador Santos-Dumont.
Además aquel mismo año (1904), el suizo Hans Wilsdorf, principal creador de la firma Rolex, sacaba su propio modelo de reloj de pulsera.
A todos pareció que era una cosa caprichosa que pasaría próximamente, una moda efímera. No se auguraba futuro alguno a aquella novedad. Ése fue el error grave histórico de los desarrolladores habituales de relojes, puesto que el reloj de pulsera se impuso de manera arrolladora.
En 1910, ya se encontraba en la calle el primer cronómetro de pulsera para el sportman o apasionado de la vida deportiva, criterio reciente, fresco y alegre que aludía a una manera de vivir novedosa.
Comercialmente, se encontraba designado al hombre atlético y refinado, mezcla impecable para conseguir la iniciativa del nuevo caballero de los tiempos nuevos.
Pero fue Rolex quién se adelantó a todos, y le siguieron los otros. En 1919, el estadounidense W. A. Morrison, desarrolló un reloj de cuarzo, de gran ayuda proyecto que incomprensiblemente no se comercializó hasta medio siglo luego.
Al primer reloj de pulsera, patentado en 1923, se le daba cuerda automáticamente. Sus inventores H. Cutte y J. Harwood, reflexionaron que tras esta originalidad algo más cabía llevar a cabo.
Quién creó el reloj de pulsera
A la pregunta de quién es el inventor del reloj de pulsera automático, la respuesta es el relojero inglés John Harwood (1893-1964).
Anunció la patente de su proyecto el 7 de julio de 1923 y publicada como GB 218487.
Pero observemos su curiosa historia. En 1920, la mayor parte de la multitud utilizaba relojes más chicos que se más o menos se podían llevar en la muñeca y se mantenían en marcha dándoles cuerda con una corona en el exterior.
El relojero de Inglaterra John Harwood, fundó en 1922, una pyme de reparación de relojes. No se encontraba enterado de trabajos previos en este lote, pero pretendía desarrollar un reloj de cuerda automática.
Su fundamento no era remover la molestia de tener que ofrecer cuerda al reloj, sino prescindir de la corona exterior, que dejaba la entrada de mugre en el mecanismo y dañaba el reloj.
Los relojes Harwood serían además servibles para lograr ofrecer cuerda al reloj regularmente sin que un esfuerzo humano mal calculado causara inconvenientes.
En un solo año, en el año 1923, ya fué con la capacidad de hacer un reloj que podía crear la bastante energía para darse cuerda solo.
En la siguiente ilustración que puedes observar ahora es la primera patente de reloj de pulsera, cuya referencia es GB 218487. En ella se detallan el frente (figura 1) y la parte posterior (figura 2) del reloj. Un peso diminuto que oscilaba (A) con topes (Al) se activaba con el movimiento del portador del reloj y se movía en un arco de 300° hasta golpear los dos extremos.
C y C1 son los topes. Una placa de fricción (D) impedía que el reloj se diera mucha cuerda. La sepa de corona implicaba que el ajuste de la hora se realizara rotando la bezel cerca del face.
John Harwood solicitó la patente en numerosos países, introduciendo Suiza, porque la labor de crear un reloj de esta forma quedaba fuera del alcance de las empresas británicas.
No obstante, ninguna empresa suiza se encontraba interesada en hallar la licencia de la tecnología. Adjuntado con su colega Harry Cutts, configuró la Harwood Self-Winding Watch Company, que encargó la construcción de los relojes a la firma suiza Fortis y A. Schild.
Salieron a la venta en 1928, y se fabricaron 30.000 entidades antes de que la compañía se endeudara gracias a la fuerte Depresión de la etapa. .
Las empresas relojeras comenzaron a interesarse en buscar resoluciones para de reloj de cuerda automática.
Fortis y A. Schild, colaboraron en la construcción de un mecanismo de cuerda con palanca, mientras Leon Hatot, una empresa francesa, pensó en que el movimiento se realizara adelante y atrás en un marco. Los relojes se los fabricaba una compañía suiza.
Pero en aquel instante, en relación a diseño, la firma Rolex era la que más vendía. Sacó al mercado «un reloj que no requiere que le den cuerda«.
Vendido como Rolex Oyster Perpetual, éste fue el inicio de la fortuna de Rolex como el desarrollador clásico de reloj con más prestigio.
Otro criterio que consiguió un enorme triunfo, fue el de empresa Watch Company en 1930. En vez de usar un peso que oscilaba adelante y atrás, el peso giraba en círculos terminados como un movimiento de “rotor”.
Evolución del reloj de pulsera
Al inicio era artilugio destinado al uso del hombre, más que de la mujer porque el criterio de “vida deportista” se encontraba relacionado al varón en aquella época: tenistas, golfistas, aviadores, etc..
Pero próximamente se puso popular obsequiar a las señoras con el nuevo artilugio. Y las mujeres comenzaron a estudiar a leer la hora, cosa que por absurdo que parezca no sabían llevar a cabo con eficacia ni simplicidad.
Había academias donde en cursillos de una semana se preparaba a las damas a leer la esfera del reloj con eficacia. Las damas de la vida popular y de la aristocracia organizaban concursos a este respecto.
Regalar un reloj de pulsera a la persona querida era además una forma gentil de aconsejar puntualidad en las citas de amor.
Desde ese momento el reloj de pulsera ha experimentado cambios, y vieron la luz modelos como el Diamant Noir, o “reloj-joya”, valorado en un millón de USD que transporta la firma de Vacheron-Constantin.
Pero el cambio más servible fue el del reloj parlante patentado en 1987, como Voice Master VX 2, o “la voz de su amo”.
Un reloj que responde cuando su dueño pregunta la hora, el número de su tarjeta de crédito, de cuenta bancaria, de teléfono y de veintisiete cuestiones más. Exclusivo proyecto japonés que se comercializó con triunfo en aquel país.
Etimología de la palabra reloj de pulsera
‘Reloj’ es voz griega: de orologion:de ora=tiempo + legein= contar.
En español el concepto hace aparición a finales del XIV, acaso por medio del catalán relotge, que a su paso al español se realizó reloge, del plural ‘relojes’, por lo cual la /-j/ se ensordeció convirtiéndose en /x/,como todavía pronuncian los sefardíes.